lunes, 11 de mayo de 2015

El relok de Kant


Immanuel Kant nació en Rusia el 22 de abril de 1724 y  se educó en el Collegium Fredericianum y en la Universidad de Königsberg. En la escuela estudió sobre todo a los clásicos y en la universidad, física y matemáticas. Tras la muerte de su padre, tuvo que abandonar sus estudios universitarios y ganarse la vida como tutor privado. En 1755, ayudado por un amigo, reanudó sus estudios y obtuvo el doctorado. Más tarde, enseñó en la universidad durante 15 años, y dio conferencias primero de ciencia y matemáticas, para llegar de forma paulatina a disertar sobre casi todas las ramas de la filosofía
Su existencia transcurrió prácticamente por entero en su ciudad natal, de la que no llegó a alejarse más que un centenar de kilómetros cuando residió por unos meses en Arnsdorf como preceptor. Tras doctorarse en la Universidad de Königsberg a los treinta y un años, ejerció en ella la docencia y en 1770, después de fracasar dos veces en el intento de obtener una cátedra y de haber rechazado ofrecimientos de otras universidades, por último fue nombrado profesor ordinario de lógica y metafísica.
Kant era conocido por toda la ciudad por llevar una vida escrupulosamente rutinaria y por cumplir a rajatabla su calendario y horarios, tal era así que habitantes de Königsberg aprovechaban su paso por determinados lugares para poner en hora sus relojes.
La rutina de trabajo de Kant empezaba muy temprano. El filósofo se levantaba a las 5 de la mañana, se tomaba una taza de té aguado, fumaba una pipa y se ponía a trabajar en sus clases y escritos hasta las 7. Daba clase hasta las 11, luego comía en algún restaurante o taberna de la ciudad (su única comida fuerte del día) hasta las tres y luego escribía hasta las 7, que era la hora de la cena.
Como distracción durante el día estaba el salir a pasear cada día por un sendero concreto. Lo hacía después de comer, a eso de las tres y media, y culminaba con una visita a su amigo Joseph Green.
Por ultimo Kant se iba a dormir a las diez, tras haber leído un rato, se iba a la cama.
Tan sólo una vez, al parecer, se saltó dicha rutina, en 1789, cuando se enteró de que en Francia había estallado la Revolución y fue corriendo a informarse cuanto antes de lo sucedido (ese día todo el mundo en Königsberg llegó tarde por no haber ajustado su reloj).
Bibliografia: